miércoles, 30 de noviembre de 2011

Hay cosas que no deberían cambiar nunca

Llevaba ya unos cuantos días sin hacer ninguna entrada en el blog. He estado un poco liado con muchas cosas: entregas de álbumes, con la página web, impartiendo un curso, pegándome con los PC´s (cada día los odio más), y por qué no decirlo descansando un poco.

Es precisamente de ésto último de lo versa esta entrada nueva. He pasado unos días maravillosos, en buena compañia, en una cabaña perdida en los Picos de Europa. Es uno de esos lugares en los que tienes que generar tu propia electricdad con un grupo electrógeno alimentado por gasolina. Ni que decir tiene que es un sitio en el que todavía se conserva la cocina de carbón, chimena... Os aseguro que todo sabe mejor cocinado a fuego lento en una cocina de las de antes.

Tal era la tranquilidad que fuera de la cabañana no había nada ni nadie, todo naturaleza, y por las noches todo oscuro y puede que con muchos ojos de animalitos observando lo torpemente que nos desenvolvemos sin los avances modernos. Hasta daba un poco de respeto apagar la linterna y quedarse en silencio escuchando... llegaba un momento en que el ojo se acomodaba a la oscuridad... pero aún así, daba un poco de respeto.... Simplemente otro mundo diferente al que estamos acostumbrados.

Por el día llegaba la hora de visitar, recorrer, ver, fotografiar... Y ahí es donde disfruté enormemente. Fue en Arenas de Cabrales, donde por casualidad tropecé con una feria de ganado. Era exactamente igual que las que recordaba de pequeño. Los mismos tratos, los mismos gestos, las mismas cosas...

He intentado plasmar con mi objetivo lo que veían mis ojos y transmitiros la esencia que respiré durante aquel rato. Y desde luego, tal y como digo en el título de este post, es cierto: hay cosas que no deberían cambiar nunca.

Os dejo algunas fotos.











1 comentario:

Will Marsala dijo...

Que fuerza de fotos, que expresivas y que auntenticas! Eres grande!